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Fue un 2013 un tanto
complicado.
Un año en que el destino
socarrón me dejó disfrutar las cosas en un 50%. Por cada buena, me mandó 2
complicadas.
Un año en que cada proyecto
avanzó lento, a los que hubo que ponerle mucho el cuerpo.
Sobre todo cuando el
‘stresaso’ andaba ahí, asomando la nariz. Así que lo miré a los ojos y le dije:
‘¡Ni te atrevas!’
Obvio que me
enojé, puteé mucho, mi cara de orto estuvo a la orden del día y tantas otras…
Pero
aprendí.
Aprendí que
todo lo que nos resulta complicado, nos hace más fuerte.
Que todo
aquello (o aquellos) que nos lastima es porque, mínimamente, nos importa.
Que las casualidades
son en realidad causalidades.
Que un abrazo es el mejor
remedio para todo.
Que el humor es fundamental.
Que todo lleva un proceso;
aunque parezca difícil, imposible… se logra.
Aprendí que 10 horas
ininterrumpidas y consecutivas de charla son posibles.
Y que los círculos se cierran
allí donde comenzaron.
Y que mi año hubiese sido muy
distinto sin aquellas personas que me ayudaron a crecer en este tiempo.
A mi hermana, que empiezo a
entender que pueda ser la mejor amiga del mundo.
A mis amigos, esa familia por elección, que están ahí, al pie
del cañón, aunque los tiempos de cada uno (o la falta de ellos) nos limiten un
poquito.
A aquellos que se atrevieron a
entrar en mi vida, sabiendo los ‘riesgos’ que pudieran correr y aún así dijeron
‘hola’.
A ese amor que me enamora
todos los días, días que tan difíciles serían sin él.
Y por sobre todo, aprendo a
ser cada día un poco más positiva.
Cómo este texto, estos
sentimientos, estos deseos: armado conscientemente para que tenga esa energía positiva.
Y que llegue a vos que lo estás leyendo. Porque a pesar
de lo complicado que esté ese día, ese mes, ese año… Solo importa que algo
bueno de eso saques. Y que cuando termine el año tengas
una lista larga de cosas por las que vale la pena brindar.
Hoy y siempre.
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¡FELIZ 2014!